domingo, 26 de junio de 2011

POEMA DE ÚLTIMA HORA: POR AQUÍ PASÓ FERNANDO NOMBELA

Descansan los pueblos
y a nuestro paso solo se levantan silencios
y calores eternos que inundan los cuerpos
y obligan
a hacer un alto en el camino
antes de proseguir por esas sendas
a la búsqueda de piedras antiguas
y escudos de armas
con los cuales poder ser armado caballero
y en ello llego
al Castillo de Garcimuñoz
de siempre batido por ese viento enemigo
que despeina sus almenas
y mueve las copas de los árboles que se arremolinan
sobre ese Tesillo de la puerta de la iglesia
desde el cual atino a ver  y no tocar
como si fuera  una terraza sobre el abismo
un viejo balcón de una doncella sumisa
que esperaba en los atardeceres
a que su señor llegara y le contara aventuras
y me adentro
hacia los lugares donde en otros días
se alzaban palacios y conventos
y llego con mucha desventura
al hospital de esta villa
donde dicen y no lo se que fue atendido Don Jorge Manrique
antes de  marchar hacia la otra vida
y en estas que estamos
cansados de los calores y ya la tarde medio ida
cogemos camino de Pinarejo
y a no mucha distancia
de una carretera nueva,
¡que desdicha dejar aquellas cuestas y vistas!
por este inmundo camino de asfalto
 desde el cual
y no se como, magia antigua,
de repente se divisa
la vetusta iglesia de Santa Águeda,
Patrona y Señora de la villa,
y al adentrarnos por las calles de Pinarejo
sale algún vecino a nuestra vista
y entre saludos
y palabras que entre los labios se adivinan
llegamos al Molino de su viento
y todavía no allí Don Quijote de  la Mancha
para cumplir a diario con su aventura
bajamos por la calle de las Eras
hasta La Plaza para tomar posesión del lugar
con su horno, posada y taberna
y ver la casa consistorial
y comprobar que los pesos y medidas
son aquellos que se usaban  para medir las tercias
en una calle Tercia en la que  abría
la puerta que daba al almacén de granos
del cual dependía la villa.
Y ya casi de noche siento sobre el lugar
que es Santa María del campo Rus
una rabia inmensa por no poder ver
nada de aquella iglesia antigua
ni de aquel hospital
donde también dice que vino
para ser  curado de sus heridas
Don Jorge Manrique, poeta de triste poesía,
después de atravesar ese páramo calizo y blanco
donde se  divisa un aguilucho que vigila
y hace señales con sus alas
cuando el coche enfila  camino de Honrubia.
Y entre espejuelos
en los que veo mi sonrisa
me adentro por caminos con chaparros
y voy a dar en un día que cae
tan de pesado como aquellos otros días
de todos los momentos de esta historia
sobre el camino de regreso a Valeria
para allí ser huésped y si me apuran
patricio gallardo en medio de  unas  ruinas
que claman al cielo
por pedir, que no sea, justicia y más justicia.

José Vte Navarro Rubio

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