domingo, 26 de junio de 2011

POEMAS Y VILLANCICOS: En este ocaso del día

En este ocaso del día,
en medio de tiernos abrazos,
y prolongados susurros y suspiros
que se adivinan
como si fueran una dulce melodía
a través de los recios portalones
de los solariegos caserones
y palacios antiguos,
viene a caer la noche
sobre esta ciudad
de noble nombre Toledo,
desde siempre vigilante
sobre el tajo del río.

Patria de reyes, herejes,
apóstatas y cardenales
y de piedras tan eternas
en sus viejos edificios
como los largos silencios
que se respiran
al caminar sin prisas ni rumbo fijo
por sus empinadas calles
y adornadas plazas
a la búsqueda de una buena copa
de vino tinto.

Y de todo Toledo me quedo
con sus rincones mágicos
en los que mi mente
por décimas de segundos
y en pleno delirio
se atreve a formar parte
de esa historia inmortal
que tiene que ver
de una forma singular
con Garcilaso de la Vega,
el Greco o el comunero Padilla
o con cualquier otro de sus personajes
de los muchos que aparecen
en las páginas de los libros
que hablan de la Historia de España.

Y vuelven en esta noche toledana
a ser tan afilados
los cantos de las espadas,
ahora convertidas
en agradable tertulia de 4 amigos
en un viejo caserón
“Café Club legendario”
de tu casco antiguo,
como los de aquella noche
de hace muchos siglos
en que la sangre inocente
de tus hijos más ilustres
cayó goteando de peña en peña
desde lo más alto de la ciudad
hasta el mismo cauce de tu río.

Llora el río Tajo
eternamente y se lamenta
y son sus lagrimas gotas de rocío
que al caer de nuevo sobre la ciudad
nos recuerdan, queridos amigos,
los llantos
de aquellas desconsoladas madres
al perder de forma irremediable
a sus amados hijos.


La parte última de la poesía tiene que ver con una leyenda medieval.
José Vte Navarro Rubio

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