En la taberna de Pascual
comenzaban las fiestas paganas
de la bohemia literaria
entre chatos de vino
y saludos a una luna pálida
que desde una ventana se divisaba
como si fuera una moza soltera
con ganas de jarana
de ellos enamorada
o avergonzada
al oír unos tacos
de tal calaña
que no tienen entrada
en ninguna enciclopedia ilustrada
Y en la calle de Palacios
después de rondar
aquel Madrid nocturno
de calles empedradas
marchaban todos juntos
hasta la Casa Carpela para beber lo que quedaba
en aquel establecimiento
tan bien provisto de bebidas y viandas.
En el café Madrid los cafés sabían
a gloria
y eran tantas las ganas
que todos los escritores demostraban
que las sillas y mesas se rifaban
en subastas
pues todos querían
de buena mano saber lo que por allí se tramaba.
Y entre tantos menesteres
se acostumbraba a celebrar
alguna que otra juerga sonada
de esas que después se recuerdan
con nostalgia
en aquel restaurante
con nombre de paloma blanca
en el que las damas
vestidas de traje de fiesta
con sombrero de ala caída sobre la cara
bailaban con tanta gracia
que ya desnudas sobre las mesas
recibían pitos y palmadas.
De esta forma se daba por finalizada la jornada
y venia la hora de la retirada
de la bohemia madrileña literaria
con Buscarini tramando
alguna que otra celada
no sin antes lavarse todos la cara
en los pilones de alabastro
que en las calles se alzaban
en recuerdo de aquel otro Madrid
de carrozas tiradas
por esbeltos cabellos
de crines bien acicaladas
y cascos de duro metal resonando a la madrugada
como si fueran sonatas recitadas
por un galán a su enamorada.
Autor: José Vte. Navarro Rubio
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