Todo es principio y final,
cuerda y cubo,
pozo y agua de manantial.
Cuenca y la Mancha,
Cuenca por igual,
serranías, mesetas, riberas
y llanuras en donde plantar
cereales, girasoles y todo aquello que pueda significar
trabajo y prosperidad.
En época de recesiones
se extiende el malestar
como si fuera una tormenta de granizo
que se lleva por delante
una parte de nuestro bienestar.
En las tierras de Don Quijote
y por allí donde las aguas de los ríos vienen a pasar
se escucha el dulce trino de los gorriones
como viniendo a anunciar
que más allá de tanta ausencia
para estas tierras de sensibilidad
se adivina un futuro
por el que hay que apostar.
La eterna Cuenca se abre allí
donde un día alguien vino a pensar
que era el mejor lugar
para situar
una ciudad desde la que gobernar
las extensas tierras
que se alzan hasta más allá
de donde uno puede contemplar
otra cosa que no sea
el horizonte y nada más
Cuenca con nieve
en un mes de marzo
que acaba de comenzar
con chimeneas ardiendo de felicidad
y vahos en los cristales de las casas
como queriendo anunciar
fríos eternos
que en las almas quieren anidar
para demostrar
que el ser que llevamos dentro
forma parte de esa historia universal
que une al hombre a la tierra
formando un lazo difícil de desatar.
Autor: José Vte. Navarro Rubio
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