jueves, 16 de octubre de 2014

POESÍA: ¿ARTUR MÁS, DÓNDE VAS TRISTE DE TI?





Quien tanto quiso
se las ve venir
y como no tiene nada más que decir
se ve
en este decir
esclavo de quienes se vienen a revestir
socios de lo suyo
o lo que es más decir
enemigos que le quieren combatir.

Autor: José Vicente Navarro Rubio

domingo, 12 de octubre de 2014

SOBRE LA DEMOCRACIA

José SARAMAGO


Aprendemos de las lecciones de la vida que de poco nos servirá una democracia política, por más equilibrada que parezca ser en sus estructuras internas y en su funcionamiento, si no ha sido constituida como raíz de una efectiva y concreta democracia económica, y de una no menos efectiva y concreta democracia cultural. Decirlo en los días de hoy ha de parecer un obsoleto lugar común de ciertas inquietudes ideológicas del pasado, pero sería cerrar los ojos a la realidad no reconocer que aquella trinidad democrática –la política, la económica, la cultural-, cada una de ellas complementaria de las otras, representó, en el tiempo de su apogeo como idea de futuro, una de las más entusiasmantes banderas cívicas que alguna vez, en la historia reciente, fueron capaces de sacudir conciencias, de movilizar voluntades, de conmover corazones. Hoy, despreciadas y arrojadas al cubo de la basura de las fórmulas que el uso cansó y deformó, la idea de democracia económica dio lugar a un mercado obscenamente triunfante, y la idea de democracia cultural fue sustituida por una masificación industrial de las culturas. No progresamos, retrocedemos. Y cada vez se irá volviendo más absurdo hablar de democracia si nos empeñamos en el equívoco de identificarla únicamente con sus expresiones cuantitativas y mecánicas que se llaman partidos, parlamentos y gobiernos, sin atender a su contenido real y a la utilización que efectivamente hacen del voto que los justificó y los colocó en el lugar que ocupan.
No se concluya de lo que acabo de decir que estoy contra la existencia de los partidos: soy miembro de uno de ellos. No se piense que aborrezco parlamentos y diputados: me gustaría que fueran mejores. Y tampoco se crea que soy el providencial inventor de una receta mágica que permitiría a los pueblos, de ahora en adelante, vivir sin tener que aguantar gobiernos: simplemente me niego a admitir que sólo sea posible gobernar y desear ser gobernado conforme a los modelos democráticos en uso -a mi modo de ver incompletos e incoherentes- que pretendemos hacer universales, en una especie de fuga hacia adelante, como si quisiéramos huir de nuestros fantasmas en vez de reconocerlos como lo que son y trabajar para vencerlos.
He llamado «incompletos e incoherentes» a los modelos democráticos en uso porque en realidad no veo cómo designarlos de otra manera. Una democracia bien entendida, entera, radiante, como un sol que iluminase por igual a todos, debería, por pura lógica, comenzar por nuestros propios países. Si esta premisa no es asumida y observada –y la experiencia de todos los días nos dice que no lo es- todos los raciocinios y prácticas subsiguientes, o sea, la fundamentación del régimen y el funcionamiento del sistema, resultarán viciados y pervertidos. Hemos visto ya cómo se ha vuelto obsoleto invocar los objetivos de una democracia económica y de una democracia cultural, sin los cuales el edificio de lo que designamos por democracia política queda reducido a una frágil cáscara de apariencias democráticas, conservadas por el impenitente conservadurismo del espíritu humano, al que, como es costumbre, le bastan las formas exteriores, los símbolos y los rituales para continuar creyendo en la existencia de una materialidad carente de cohesión, o de una transcendencia que perdió sentido y nombre; quieren las circunstancias de la vida actual, repito, que los brillos y los colores que han adornado, ante nuestros ojos, las formas de la democracia política, estén tornándose apagadas, sombrías, de una forma todavía imprecisa pero no por eso menos angustiante. Diré –según mi entender- por qué.
Como siempre sucede, la cuestión central de cualquier tipo de organización social humana, de la que derivan todas las demás y hacia la que acaban por confluir, es la cuestión del poder, y el problema teórico y práctico con que invariablemente nos enfrentamos es identificar quién detenta el poder, averiguar cómo llegó a él, verificar el uso que hace de él, los medios de que se sirve y los fines a los que apunta. Si la democracia fuese, de hecho, lo que con auténtica o fingida ingenuidad continuamos diciendo que es, el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo, cualquier debate sobre la cuestión del poder perdería sentido, una vez que, residiendo el poder en el pueblo, sería al pueblo a quien competiría su administración, y siendo el pueblo el administrador del poder, está claro que sólo lo debería hacer en beneficio suyo y para su propia felicidad. Ahora bien, sólo un espíritu perverso, optimista hasta el cinismo, osaría proclamar hoy la felicidad de un mundo que, por el contrario, nadie debería pretender que lo aceptemos tal como es, sólo por el hecho de ser, supuestamente, el mejor de los mundos posibles. Es la propia situación concreta del mundo denominado democrático la que nos dice que, si es cierto que los pueblos son gobernados, también es cierto que no lo son por sí mismos ni para sí mismos...
Me dirán ustedes: «Los gobiernan sus representantes democráticamente elegidos, y ahí está el poder democrático». Y yo responderé: «No estamos en un laboratorio en el que, habiendo mezclado sustancias químicamente puras, podamos esperar que el producto resultante venga a ser también químicamente puro».
Por definición, el poder democrático será siempre provisional y coyuntural, dependerá de la estabilidad del voto, de la fluctuación de las ideologías o de los intereses de clase y, como tal, puede ser visto como una especie de barómetro orgánico que va registrando las variaciones del querer político de la sociedad. Pero, ayer como hoy, y hoy con amplitud cada vez mayor, abundan los casos de cambios políticos aparentemente radicales que han tenido como efecto cambios radicales de gobierno, pero a los que no siguieron los cambios económicos, culturales y sociales que el resultado del sufragio había parecido anunciar.
Decir hoy «gobierno socialista», o «socialdemócrata», o «conservador», o «liberal», y llamarle «poder», es nombrar algo que no se encuentra donde parece que está, sino en otro inalcanzable lugar –el del poder económico, efectivo, determinante y actuante, cuyos contornos podemos percibir en filigrana por detrás de las tramas y de las redes institucionales, pero que se nos escapa cuando intentamos acercarnos a él, y que contraataca si tenemos la veleidad de reducir o regular su dominio, subordinándolo a los intereses generales. Dicho más claramente, los pueblos no eligieron sus gobiernos para que los «llevasen» al Mercado, sino que es el Mercado el que por todos los modos posibles condiciona a los gobiernos para que le «lleven» los pueblos. Si hablo así del Mercado es por ser él, hoy, y más que nunca, el instrumento por excelencia del auténtico, único e incontrovertible poder, el poder económico y financiero multinacional, ése que no es democrático porque no lo eligió el pueblo, que no es democrático porque no es regido por el pueblo, y que además no es democrático porque no apunta a la felicidad del pueblo.
No faltarán sensibilidades delicadas que encuentren escandaloso y provocador lo que acabo de decir, aunque ellas mismas tengan que admitir que no he hecho más que enunciar algunas verdades elementales y transparentes, datos conocidos de la experiencia cotidiana de todos nosotros, simples observaciones de sentido común. Sobre estas y otras no menos claras obviedades, sin embargo, han impuesto las estrategias políticas de todos los rostros y colores un prudente silencio para que no ose insinuar alguien que, conociendo la verdad, practicamos la mentira o de ella aceptamos ser cómplices.
Habría que preguntar (1) si existe alguna legitimidad en la interposición de límites tácitos o consensuales al ejercicio de la responsabilidad de todo ciudadano en su relación con la sociedad en que vive; (2) si la determinación de esos límites, que el uso -una vez pasado suficiente tiempo- siempre acaba por fijar, resultó exclusivamente de un acto de renuncia voluntaria o fue consecuencia de actitudes más o menos conscientes de negación o indiferencia a ejercer derechos y a asumir deberes; (3) si, finalmente, es legítimo continuar hablando de ejercicio democrático sin la participación y la intervención permanentes de los ciudadanos en la vida colectiva; sin la clarificación pública de las fuentes del poder; sin el cumplimiento riguroso del precepto fundamental de Derecho según el cual todos los ciudadanos son iguales ante la ley; sin el reconocimiento no solamente formal, sino verificable en los hechos, de que los beneficios y mejoras sociales, sin exclusión de ninguno de sus componentes, sean de naturaleza estructural, económica o cultural, son, por extensión y sin condiciones restrictivas, extensibles a toda la comunidad. Etc., etc., etc. Porque la democracia, o es total, o todavía no es democracia.
Esto me lleva a concluir que antes de que pensemos en exportar simulacros de democracia para el resto del mundo, deberíamos encontrar la manera de producirla y distribuirla mejor (uso el lenguaje del Mercado) en nuestros países. Estoy cierto de que el mundo necesita mucho más que la ilusión democrática que hemos acabado fabricando, a la que se reducen, en la mayor parte de los casos, nuestras democracias.

José SARAMAGO
Portugal

ESPAÑA EL PAIS DE LOS PICAROS: EL ESTRAPERLO Y LAS TARJETAS OPACAS


La democracia es el punto de partida, no el punto de llegada.
–Saramago

Varios jugadores observan la ruleta Straperlo.
Fuente: http://www.elconfidencial.com/
La galería del surrealismo pare a veces personajes que parecen predestinados a llenar de titulares la prensa amarilla. Esta es la historia de unos holandeses errantes con bastante jeta que se acercaron al país de los pícaros a probar fortuna y salieron escaldados, y en paralelo, la de un presidente de gobierno que tuvo que lidiar un chantaje con un brazo atado a la espalda.
En los albores de los años 30 la situación económica de España era insostenible y con muchos elementos en común con la situación actual. Al secular atraso del país y a la escasa productividad del agro, ya fuera por la desidia gubernamental o por falta de partidas presupuestarias, había que añadir un escenario social poco halagüeño y que castigaba a miles de familias en el medio rural y en las periferias urbanas.
Las huelgas y manifestaciones eran el pan nuestro de cada día, y el descontento era la tónica mientras el país necesitaba una transfusión a la voz de ya
La llegada de la república había despertado grandes expectativas, pero la aplicación de las nuevas medidas se hacía con cuentagotas exasperando al personal. La llegada al poder de la derecha en diciembre de 1933 supondría un serio revés para las expectativas de los colectivos más desfavorecidos y en particular para los hambrientos campesinos que verían como la reforma agraria aprobada en 1932 era desandada por leyes que mandaban al baúl de los recuerdos los logros conseguidos, con la consiguiente decepción.

En otros ámbitos, las huelgas y manifestaciones eran el pan nuestro de cada día, y el descontento era la tónica mientras el país necesitaba una transfusión a la voz de ya. Para los partidos obreros, sindicatos, la izquierda, los nacionalistas y para aquellos que no tenían nada que perder, el advenimiento de la CEDA (Confederacion Española de Derechas Autónomas), suponía una gravísima incertidumbre, solapada a la amenaza latente de la perdida de la existencia de la propia república.
En 1935, la cartera de hacienda estaba ocupada por un tal Joaquín Chapaprieta, un tecnócrata que centraría su acción en la contención del gasto para reducir el déficit y al tiempo atacar la inflación. Este sujeto con la habilidad portentosa de un sastre manejaba las tijeras con sorprendente destreza. Dejaría a los pensionistas casi desnudos y a la estructura funcionarial temblando, eso sí, mientras los casos de corrupción en las altas esferas se multiplicaban exponencialmente. El sangrante paro desembocaría en los trágicos sucesos de 1934 con la revolución de Asturias y su triste corolario de casi dos millares de obreros muertos a manos de los regulares y la legión.
Ruleta Straperlo

Ruleta Straperlo













Jugando a la ruleta
En medio de esta melé, hacia finales de 1935 se haría público un caso de corrupción que afectaba a destacados políticos y que haría tambalearse al gabinete entero. El origen de este escándalo político ocurrido durante la Segunda República Española se produjo como consecuencia de la introducción de un juego de ruleta eléctrica de la marca "Straperlo", acrónimo derivado de Strauss, Perel y Lowann, apellidos de unos judíos holandeses que fueron los que promovieron el negocio, y que habrían aportado a dicho acrónimo letras en cantidad proporcional a su participación accionarial en la empresa, cuyo único propósito mercantil no era otro que perpetrar una estafa colosal revestida de unos ribetes de legalidad bastante cuestionables.
Finalizado el día en que vencía la autorización, la policía entró en tromba en el casino donde se explotaban los Straperlos, arrojando las mesas de juego a la calle a través de las ventanas y sin más preámbulos
La presentación en sociedad de esta terna de impresentables se haría de una manera estrambótica con la puesta en escena de un combate de boxeo con un cartel de altura. El campeón español Paulino Uzcudun, un vasco de 1,90 cm y el vencedor del mítico Joe Louis, el alemán y campeón mundial  Max Schmeling, devorador compulsivo de salchichas y chucrut de más de 130 kg, despertaron una expectación inusitada. Mientras, la estrategia de estos “piezas” comenzaba a dar resultados. El 13 de mayo de 1934  el llamadomatch del siglo, quedaría en tablas y la autopromoción de este trío y sus ecos llegaría hasta las mismísimas puertas del sanedrín de San Jerónimo.

Meses antes estos reincidentes que ponían el acento en las leyes de la antigravedad y del levantamiento de los recursos ajenos habían puesto en funcionamiento varios Straperlos en Amsterdam, durante seis meses, proporcionando pingües ganancias a sus inventores. Para esta explotación en la capital holandesa, Strauss había conseguido una autorización temporal de las autoridades, quienes llegaron a permitir el vencimiento del plazo concedido, a pesar de descubrir las condiciones fraudulentas de la peculiar ruleta. Finalizado el día en que vencía la autorización, la policía entró en tromba en el casino donde se explotaban los Straperlos, arrojando las mesas de juego a la calle a través de las ventanas y sin más preámbulos.
A lo largo del mes de junio de 1934, algunos empresarios y políticos llegaron a un acuerdo económico para explotarlo en San Sebastián. Por medio de un tal Pich i Pon, subsecretario de marina y cabeza visible en Cataluña del Partido Republicano Radical, entran en contacto con el sobrino de Alejandro LerrouxAurelio, que era un elemento con mayúsculas. A pesar de las generosas donaciones camufladas en elegantes sobres de verjurado y del profuso reparto de relojes de oro entre los políticos de la época, las ruletas instaladas en el Gran casino del Kursaal en San Sebastián y las del hotel Formentor en Baleares son clausuradas por las denuncias constantes ante las escandalosas ganancias de la banca.
Strauss, Perel y Lowann.Strauss, Perel y Lowann.













Sobornos a tutiplén
El juego se practicaba en una máquina con apariencia de ruleta que sólo tenía trece números. Strauss, su creador, sostenía ante el Ministerio de Gobernación que el juego tenía visos científicos, ya que un jugador capaz de dominar el cálculo, podría ganar. Lo que era incuestionable es que el movimiento eléctrico de la bola ocultaba un mecanismo de relojería que permitía al banquero regular las ganancias. Mas la cosa no acababa ahí. Estos tres malandrines no cejaban en su empeño.
Previamente fueron repartiendo los socorridos relojes de oro y dádivas sin cuento para conseguir su propósito hasta emplazar la ruleta amañada en San Sebastián
El casino Gran Kursaal inaugurado en San Sebastián el 15 de agosto de 1921 era una de las grandes obras arquitectónicas que daban esplendor a esta ciudad fronteriza con Francia, y en la que los juegos de azar cabalgaban alegremente arruinando a sonrosados borrachines con txapela y dejando algunas economías familiares con algún agujero de más en sus líneas de flotación. Pero la cosa duró poco ya que el dictador Primo de Rivera decretaría la prohibición del juego el 31 de octubre de 1924, y el Gran Kursaal tuvo que cerrar antes de que las puertas  batientes se silenciaran de manera natural. Con su estilo cosmopolita y grandioso, tendría un tránsito ajetreado para intentar mantener los aromas de la Belle Époque.

Pero para el mes de junio de 1934, empresarios y  políticos llegarían  a un acuerdo económico para explotar  el Casino de San Sebastián. Políticos allegados al Partido Radical harían valer sus influencias para conseguir luz verde, a cambio de un pellizco en el negocio
Previamente fueron repartiendo los socorridos relojes de oro y dádivas sin cuento, para conseguir su propósito hasta emplazar la ruleta amañada en San Sebastián, con tanto éxito para estos tres timadores, que a las tres horas se descubrió que el Estraperlo era una burda estafa, por lo que acudió la policía para clausurar el casino y llevarse la ruleta ya que siempre ganaba la banca y el respetable acumulaba un cabreo importante, de tal manera que más de un “morrosko” llegaría a confundir al director del casino con una suculenta chistorra.
Al día siguiente de la instalación el propio ministro, extrañado o asustado por las consecuencias, instó la retirada de las máquinas, mandando presto dos docenas de guardias  pistola en mano. Ello no impidió que más o menos un mes después, no se sabe muy bien cómo, Strauss consiguió instalar máquinas Straperlo en el Hotel Formentor, en Baleares. Duraron una semana, antes de que el ministro de la Gobernación las precintase siendo clausurado el local.
El espectáculo debe continuar
Ante la inflexible decisión de las autoridades españolas, estos elegantes cacos de guante blanco no se arredran y deciden dar un paso adelante.
Una comprometedora y escandalosa documentación sirve para recordar al presidente Lerroux su debilidad ante la prensa y las consecuencias que le acarrearían de no avenirse a un acuerdo, con el corolario de disgustos sin cuento. Indalecio Prieto y Azaña sucesivamente, se desplazan a Bélgica para oler en directo el aromático informe. No hay que olvidar que a este follón desatado en la comisión de investigación de las Cortes había que aderezarlo con el famoso asunto Nombela, otro chanchullo de un calibre similar pero ocurrido en la antigua colonia de Guinea.
Una autoridad del calibre de Alejandro Lerroux no dejaba de ser una pieza vulnerable a la hora de un chantaje
El parlamento comienza a hacer más aguas que el Titanic, por lo que Alcalá Zamora lo disolvería el 7 de enero de 1936, convocando para el 16 de febrero elecciones que serían ganadas por el Frente Popular. Nuevamente la incompetencia de la clase política y las corruptelas nos arrojarían a un agujero negro. El hartazgo de la ciudadanía, la corrupción rampante de la dirección y la falta de medidas resolutivas para solucionar los lacerantes problemas de la nación llevaría en pocos meses al país a una fractura irreversible y posiblemente a la noche más oscura de su historia.

El problema vino cuando los autores de la trama intentaron recuperar lo invertido. Una autoridad del calibre de Alejandro Lerroux no dejaba de ser una pieza vulnerable a la hora de un chantaje. Al parecer, los estraperlistas intentaron pegársela a Lerroux a cambio de no aflorar el escándalo, pero éste se negaría a diálogo alguno. Strauss y Perlowitz escribieron a Lerroux amenazándole con que si no les daba una jugosa indemnización darían a conocer lo sucedido. Mientras, Lerroux no contestaba y Strauss se entrevistaría con Azaña y Prieto, que lo remitieron a Alcalá Zamora que le profesaba a Lerroux un odio visceral, y que fue quien se encargaría  de destapar el asunto.

Alejandro Lerroux.
Alejandro Lerroux.











El fin de un Gobierno
El 20 de septiembre de 1935 –hay quienes afirman que por otras razones distintas de lo que relatamos– cayó el gobierno Lerroux y se formó el mencionado liderado por Chapaprieta de corte conservador independiente.
Chapaprieta reunió a los grupos políticos que apoyaban al Gobierno para tratar sobre el asunto. Según mantiene José María Gil Robles en sus memorias, a pesar de todo los papeles tenían ciertos visos de verosimilitud y su lectura era bastante comprometida. En realidad, la conjunción del escándalo del estraperlo y del affaire Nombela-Tayá laminó el crédito político del Partido Radical.
Más de ochenta años después podemos encontrar algunas inquietantes similitudes, con la diferencia de que entonces existía la vergüenza
El funcionario de colonias Antonio Nombela acusó a varios dirigentes del partido de Lerroux, y al subsecretario de la Presidencia del Gobierno,Moreno Calvo, de haber hecho “el egipcio” en un expediente por el que se indemnizaba a la Compañía de África Occidental, propiedad del empresario catalán Antonio Tayá, al que se le había adjudicado un contrato público para conectar por barco los territorios españoles de Guinea Ecuatorial y Fernando Poo y que había sido cancelado en 1929 por la pérdida de dos buques en la provincia de Guinea Ecuatorial. El gobierno presidido por Alejandro Lerroux había aprobado una indemnización durante el mes de julio y cuando Nombela se negó a pagarla, el gobierno lo cesó, ese mismo día 26.

Estos deslices conseguirían transmitir la idea de que los políticos cohabitaban en un cesto de víboras  y que la corrupción era manifiesta, además de salpicar al conjunto del Gobierno a pesar de que éste no estaba mezclado en el asunto.
La efímera aparición de la Segunda República Española se desarrolló en España entre el 14 de abril de 1931 – fecha de la proclamación de la República, en sustitución de la monarquía de Alfonso XIII– y el 1 de abril de 1939, fecha del final de la Guerra Civil Española, que daría paso a la noche más larga.
Más de ochenta años después podemos encontrar algunas inquietantes similitudes, con la diferencia de que entonces existía la vergüenza.
Fuente: elpais.com:

Despilfarro colosal con las tarjetas opacas de Caja Madrid

Decenas de consejeros desviaron millones para uso privado


Blesa, con su sustituto en la presidencia de Caja Madrid, Rato.
Los presidentes, directivos y consejeros de Caja Madrid y Bankia, la entidad rescatada por el Estado con 22.424 millones de euros para evitar su quiebra, despilfarraron sin control y desviaron para su uso privado gran parte de los 15,5 millones de euros que gastaron entre 2003 y 2012 con las tarjetas de crédito que recibieron, en teoría, para “gastos de representación”.
Esos supuestos gastos de representación son en muchos casos de imposible justificación como tales, según el detalle de los pagos que el juez de la Audiencia Nacional, Fernando Andreu facilitó ayer a las partes. El magistrado ha abierto una causa para investigar si hubo delito de apropiación indebida en el uso de esas tarjetas y ha citado como imputados el próximo jueves a los dos ex presidentes, Miguel Blesa y Rodrigo Rato, y al ex director general Ildefonso Sánchez Barcoj.
Entre los miles de apuntes del detalle de gastos de los 86 consejeros hay cientos de cargos en hoteles de lujo, en viajes sin ninguna relación con la actividad de la entidad financiera, multitud de compras en tiendas de ropa, adquisiciones de joyas caras, de armas, de muebles, de ordenadores, de electrodomésticos, de fruta, de calzado y hasta de piezas de arte sacro. También hay registros de cientos de retiradas de dinero en efectivo en cajeros que suman más de dos millones de euros y cuyo seguimiento es imposible porque no hay facturas que identifiquen a qué se dedicaron esos fondos.


Miguel Blesa y Rodrigo Rato, presidentes de Caja Madrid y Bankia en la etapa oscura de los gastos sin control, simbolizan con el detalle de sus tarjetas el despilfarro de toda una época. Blesa, que dirigió Caja Madrid desde 1996 hasta 2010 tras ser designado por José María Aznar para ese cargo, utilizó la tarjeta para sacar 90.000 euros en efectivo, alojarse en hoteles de cinco estrellas o balnearios de lujo (75.000 euros en total), hacer decenas de viajes al extranjero, reparar automóviles de alta gama de su propiedad o comprar joyas. Blesa, que tenía un sueldo de 3,5 millones, tiene detalles chuscos como gastarse 4.000 euros en una tienda de informática unos días antes de abandonar la caja.
Su sustituto, Rodrigo Rato, llegó a la entidad en enero de 2010 por decisión de Mariano Rajoy. El ex director gerente del FMI, con un salario cercano a los tres millones, pilotó la gran fusión con Bancaja (presidida por el expresidente de la Generalitat José Luis Olivas), una operación que llevó a la tumba a la propia Caja Madrid porque no pudo digerir la morosidad de la entidad valencia. Rato cargó con su tarjeta de crédito gastos de joyería, tiendas de ropa, marroquinería, restaurantes de lujos, balnearios, salas de fiesta, librerías o grandes almacenes, además de retirar en efectivo 17.300 euros.
La tipología de los lujosos gastos efectuados por los dos símbolos del poder en Caja Madrid y Bankia se repite con otros miembros de sus equipos directivos y con un porcentaje importante de consejeros de la entidad financiera. El listado de gastos refleja la época de la burbuja inmobiliaria en donde parecía que el dinero era infinito y no tenía valor.
El perfil de los gastos de los ejecutivos, que cobraban alrededor de 1,5 millones de salario, refleja que consideraban esta tarjeta como un sobresueldo, sobre todo para los gastos más lúdicos. Por eso, aprovechan este dinero para vacaciones de lujo, en algunos casos propias de millonarios. Los consejeros consultados aseguran estar convencidos de que tenían derecho a la utilización de este dinero y dicen desconocer cómo lo contabilizaba la entidad. Sin embargo, es obvio que obtenían efectivo y que eran gastos personales, es decir, salario en especie, y no pagaban impuestos por ello. Así durante años y años.
El presidente de la patronal madrileña, Arturo Fernández, gastó en restaurantes de su propiedad más de 10.000 euros. El exasesor del Rey, Rafael Spottorno, compró muebles en Ikea, pasó gastos del gimnasio y adquirió joyas con cargo a su tarjeta de Caja Madrid. El ex sindicalista de banca de Comisiones Obreras, Francisco Baquero, gastó decenas de miles de euros en muebles, electrodomésticos, viajes o pagos de colegios. El ex vicepresidente de Caja Madrid, José Antonio Moral Santín (IU), sacó 367.000 euros en efectivo de cajeros. El ex consejero autonómico del PP, Jesús Pedroche, empleó la tarjeta en comprarse ropa, arte sacro o muebles de cocina. Estos son sólo algunos de los numerosos ejemplos del gasto que soportó Caja Madrid durante estos diez años por parte de unos consejeros que, en muchos casos, tan sólo acudían una vez al mes a la entidad financiera para la reunión del consejo de administración. Una cita en la que, por cierto, casi nunca llevaban la contraria al presidente de la entidad.
Tras conocerse la irregularidad de estos gastos, algunos de los ex consejeros implicados han defendido la legalidad de los mismos, aunque no coinciden entre ellos respecto a los límites impuestos por la entidad financiera para disfrutar de la tarjeta. Mientras que unos mantienen que la visa era exclusivamente para gastos de representación —así figura en la denominación de la cuenta a la que se cargaban los pagos— otros sostienen que era una especie de sobresueldo que no tenían que justificar ni declarar a Hacienda.
Una parte importante de los 15,5 millones de euros despilfarrados durante el periodo examinado corresponde a ejercicios en los que Caja Madrid ya empezaba a atravesar graves dificultades financieras como consecuencia de la crisis económica y del pinchazo de la burbuja inmobiliaria, que había provocado un aumento alarmante de la morosidad en la entidad.
Con una crisis económica que ya provocaba duros recortes sociales, los responsables de Caja Madrid duplicaron el límite de gasto —de 25.000 a 50.000 euros — en algunas de las tarjetas que repartían entre directivos y consejeros.
El mayúsculo escándalo ha desencadenado ya una cascada de dimisiones de políticos, empresarios y sindicalistas que ocupaban alguna responsabilidad en sus organizaciones.
Con algunas honrosas excepciones en UGT y Comisiones Obreras, otra de las duras conclusiones que se deducen del análisis de los gastos es que apenas ha habido diferencias entre los representantes de la derecha y la izquierda a la hora de utilizar la tarjeta para su beneficio particular. Esta actitud hace pensar que la tarjeta, que no existe en la mayoría de los consejos, era un sistema para adormecer el espíritu crítico de los consejeros, lo que suponía que Blesa podía gobernar la entidad con placidez. El conocimiento del detalle de estos gastos contribuirá a acelerar las dimisiones o los ceses en partidos u organizaciones en donde todavía militan buena parte de los afectados. El PSOE y el PP han abierto investigaciones internas y expedientes disciplinarios que pueden desencadenas la expulsión de los beneficiados por las tarjetas de Caja Madrid y Bankia para gastos sin justificar.
Todos estos horrores son más sangrantes si se tiene en cuenta que, en paralelo a esta falta de honestidad en el gasto privado, Blesa y sus directivos no dudaron en colocar participaciones preferentes entre pequeños ahorradores que desconocían la complejidad del producto y terminaron arruinándose. Las preferentes fue el último clavo al que se agarró Blesa para intentar salvar la entidad porque la morosidad se comía el capital de Caja Madrid. Posteriormente, bajo la presidencia de Rato se produjo la salida a Bolsa con unas acciones que terminaron por depreciarse en un 99% de su valor.
Este es el duro contraste: unos directivos y consejeros que se enriquecieron mientras que buena parte de los clientes de la entidad y toda la sociedad, a través del rescate bancario, han visto cómo se empobrecían y cambiaban sus vidas en la mayor crisis financiera vivida en España desde la Guerra Civil.
Creada para proporcionar una vida más placentera a sus dueños, la tarjeta opaca de Caja Madrid se ha vuelto contra sus titulares y, sobre todo, contra sus máximos responsables, los dos expresidentes, Blesa y Rato, que responderán ante el juez esta semana.

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