sábado, 14 de mayo de 2016

EL CANAL DE LA REVA Y SU FAUNA FLUVIAL EN PELIGRO



El nombre de Reva está de actualidad en los últimos años. Cualquier persona lo relaciona fácilmente, a través de las noticias, con una enorme finca de naranjos que hay entre el By pass y la A3 y que compró la constructora Llanera, con una sucesión de operaciones especulativas y crediticias ligadas a a Bancaja y Banco de Valencia, entre otras entidades, con proyectos inmobiliarios que no cuajaron... También con una serie de polígonos industriales y residenciales situados al otro lado de la A3, en los términos de Ribarroja y Loriguilla, donde incluso hay algún cartel con la nomenclatura de la antigua firma.

Sin embargo, hay otra realidad histórica de Reva, en tierras valencianas de La Ribera, que es menos conocida, porque no acabó en operaciones inmobiliarias, sino que sigue como empezó, con desarrollos agrícolas, aunque aquella empresa los traspasó a la Generalitat, que a su vez los cedió a los agricultores de la zona, donde, curiosamente, se mantienen también algunos viejos carteles que recuerdan el pasado de la Reva, aún popular entre vecinos de Tous, Alberic o Massalavés.

La compañía Regadíos y Energía de Valencia (Reva) fue creada en 1928 por la belga Tractebel (después Electrabel) con la idea de optar al concurso convocado por el Gobierno español para construir presas en el río Turia. El objetivo era guardar caudales para asegurar el abastecimiento de Valencia ciudad y el riego de la huerta circundante, que pasaba sed en verano, y al mismo tiempo producir más electricidad en los correspondientes saltos de agua.

Cinco embalses frustrados

Reva proyectó construir cinco embalses en el Turia, que luego se vieron paralizados con el advenimiento de la II República y el franquismo también negó después, porque el Estado puso en marcha los de Benagéber y Loriguilla. Pero cuando se estaba poniendo aquello en marcha, como los ingenieros calcularon que, de faltar agua en el río, iba a sobrar, la empresa compró grandes fincas agrícolas en Ribarroja, Chiva, Lliria, Pobla de Vallbona... con la intención de transformarlas, regarlas con los sobrantes que se iban a generar y producir toda clase de frutas y verduras que se destinarían principalmente a la exportación a través del cercano puerto de Valencia.

Casi a la vez, los inversores belgas fijaron su atención más al sur, en la partida de la Garrofera de Alzira, que es una zona que, curiosamente, se reparte también con Guadassuar y está separada del grueso de ambos términos municipales. Allí predominaban aún los cultivos de secano, pero había una importante fuente de agua: 'els ullals' del Río Verde, que para muchos no son más que el resultado de filtraciones desde el Júcar.

Enrique y José Luis Doménech conocen bien el proceso de esta historia, por lo vivido por ellos en directo y por lo que les contaron sus padres y abuelos. Porque en la Reva de la Ribera siempre ha habido tradición de regadores con el apellido Doménech, de la misma familia.

Los técnicos belgas proyectaron y construyeron una vasta red de impulsión y distribución de agua para riego que transformó la zona. Compraron cientos de hanegadas que más tarde vendieron a ricas familias agrarias, pero la parte principal del negocio era vender agua a cientos de agricultores que transformaron también sus campos, con una superficie de unas 16.000 hanegadas.

Lo que queda de aquello

Junto a la casa de las bombas, que hoy está abandonada y devastada por los robos de sus instalaciones, aún puede verse la gruesa tubería de impulsión y el enorme calderín para minimizar el 'golpe de ariete'. Según Enrique Doménech, que sigue siendo regador, se elevaban hasta 23.000 litros por minuto a una balsa de regulación que se ha usado hasta hace pocos años, y de ahí partían canales y regueros que ya se hicieron de hormigón, una auténtica revolución en 1930, cuando las acequias eran todavía de tierra.

Su primo José Luis Doménech, que une a su faceta de historiador y escritor la de agricultor, y muy ligado a esta zona, cuenta que, cuando llegaron los belgas, su abuelo se negó a vender la casa y parte de las tierras, porque dio la casualidad de que el canal principal del proyecto iba a pasar justo por su vivienda. «Se opuso con la escopeta en ristre y todo», recuerda José Luis, conforme le contaron de pequeño, «pero cedió cuando le indicaron que le construían al lado una casa mejor, que no abandonaría la vieja hasta terminarse la nueva, y que además le empleaban como regador y se comprometían a emplear también a su hijo, mi padre». Y así lo cumplieron.

Medio siglo después, Reva dejó de tener interés en este negocio del agua y en 1987 traspasó la concesión de caudales y las instalaciones a la Generalitat, a través de la Conselleria de Agricultura, que pagó 33 millones de pesetas, promovió que los agricultores se integraran en una comunidad de regantes y se lo cedió todo por una simbólica peseta.

ARTÍCULO, EL LEÍDO, PUBLICADO EN EL DIARIO LAS PROVINCIAS: La Reva de la Ribera 09.03.13 - 00:57 - 


Después de leer este artículo viene lo siguiente y es que La Reva va casi seca y en  su fondo de agua y cieno se ven peces de todas las clases viviendo sus últimos días, entre ellos:

BARBOS:

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CANGREJOS:

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MADRILLAS:
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CARPAS:

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RANAS:

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RANACUAJOS:

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LUCIO:


TENCA:

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BLACK BASS:




Recopilación: Jose Vicente Navarro Rubio

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