sábado, 14 de mayo de 2016

POESÍA. EL ALMANAQUE QUE COLGABA DE UN HILO

Hablemos del frío,
y del tan pequeño estímulo,
de las brasas del fuego,
del vino tinto, del bocadillo.

Así nos viene
sin necesidad de estar escrito,
ese momento, casi único,
en el que la mañana se muestra tan receptiva para uno.

A través de los cristales
se ve la calle
y el continuo
transitar de las gentes cada una a lo suyo.

Sobre la mesa
paz, casi el espíritu,
que yace en los libros sagrados
desde los tiempos antiguos.

En la barra,
ya la madera sustituida
por un material poco conocido
fabricado en oscuros paraísos,
con resinas y con trocitos de piedras diluidas en pegamentos de tubo,
una jarra de cerveza quita la sed a un hijo de los Oasis internos de este mundo,
planeta que se hace a diferentes ritmos
y que siempre termina con todo aquello que intuye que es para ella un gran peligro.

Termino por mirar el vacío,
la bombilla que irradia, luz y ya tranquilo,
el almanaque medio caído
sobre una pared blanca del que cuelga de un hilo.

Autor: Jose Vicente Navarro Rubio


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