La siesta me anima,
cae, se arremolina, turba. ella inquieta,
sombra, casi caritativa,
llena la estancia con su presencia a determinadas horas del día,
okupa, bendita,
nos remonta, en la criba
a lugares de otras vidas
en las que fuimos testigos de grandiosas aventuras.
Castiga, atonta, tanto de ella se diga,
en la tarde
con los calores tocando a la puerta para darnos su bienvenida
la siesta desde siempre es bien recibida
por su trato afable,
por su sonrisa desmedida,
por su vuelta diaria aunque tu no se lo digas.
No sabiendo donde habita
la tarde se viene desde siempre
hasta esos lugares de nuestras vidas
en que te dejas caer
y te olvidas
la memoria se queda entorno a ella casi frita
mientras el ronquido seco, silba,
en el paladar retumba
y por la comisura de los labios sale cual sonido de ultratumba.
Duerme el pastor
mientras las ovejas se olvidan
de quien guiándolas por la vida
por unos minutos se llega hasta allí donde los prados se llenan de margaritas
Autor: Jose Vicente Navarro Rubio
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