Son ellas las aguas
la que llegan sin hacer ruido,
todas ellas
con orígenes distintos.
Ellas son las que abajo
en el seno grande del pantano,
allí muertas y sin estímulos,
domesticado su cuerpo,
la voz de su garganta
seca, la sed las mata, poco a poco, así es la historia de nuestros ríos,
ya no son murmullo.
A la espera están
al igual que los aguiluchos
para caer sobre sus presa, unos,
y las otras,
las aguas de más de un río
para arrojarse
desde lo alto de la presa
al vacío,
y ya sobre un nuevo lecho
descender por el camino
que lleva,
así son las corrientes de los ríos
a ese abrazo definitivo
con el mar, su amigo,
lejano, en Cullera, se les abre el mundo.
No seré yo agua de mar,
ni de río,
a pesar de ello digo
que la vida de los seres humanos
también a veces esta abocada, como la de los ríos, a los precipicios.
En el mar de las ideas,
en el diario de los ríos,
hay escritas tantas páginas
con tantos auxilios,
que uno,
que esta atado a un incierto destino,
cuando mira al azulado color de mar de los ríos
se siente hermano de los mismos.
Autor: Jose Vte. Navarro Rubio
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