martes, 9 de agosto de 2016

POESÍA: POR LA MANCHUELA EN ESTA MADRUGADA



Por aquí emerge La Manchuela,
en el lugar exacto
donde los coches comienzan a volar
sobre un precipicio,
a la altura apropiada
viajando sobre las aguas
nos dejamos caer
en la tierra señalada en un mapa,
cerca de donde comienzan los territorios
a ser tan parecidos
como las espigas de los trigos
y las hojas de las carrascas.

No hay más deseos en uno,
todo lo demás puede esperar,
que parar el coche,
que bajarse de él, que respirar,
que ver la fauna correr y volar por los campos y cielos.

Solo ellos los supervivientes
a los exterminios constantes,
a las escopetas de caza
e insecticidas voraces,
que se llevan por delante todo lo que pillan,
son aquí por estos lugares
los habitantes de las extensiones agrarias que se divisan
desde la misma portezuela del coche,
sin andar más pasos que los precisos,
no más allá de donde un pino debe dar su sombra
en las horas centrales del día.

Aquí, en mitad de la naturaleza
de un territorio querido,
tanto suma uno en su interior
de todo aquello que ve
que sin darse cuenta se llena de vitalidad
y de la fuerza necesaria para seguir gritando
que es manchego, como todo lo que le rodea.

Algo se apodera de uno.

Sabe el buho,
que mira de reojo,
que por estos lugares
la fuerza de la naturaleza
echa raíces en los interiores de los cuerpos,
y los sujeta,
caso el suyo,
al territorio,
rama de olivo
todavía viva.

La perdiz que vuela asustada
desconoce que el arma de quien le mira
solo es un bolígrafo de tinta negra,
nadie le ha dicho
que la mayor herida que produce
este tipo de artilugios,
es transcribir,
en formato escritura,
lo que le dictan y mandan,
en este caso concreto,
la frase: "quiero mucho a esta tierra";

Las liebres no se paran a pensar,
un rayo les tocó
hace mucho tiempo
en sus cuartos traseros
y veloces
como una centella
se disponen a saltar
sobre las zarzas
que le sirven de obstáculo
en sus constantes ensayos diarios,
anteriores a las cacerías
con los perros echándoles el aliento encima.

Solo las hormigas silenciosas asisten
e invitan a que pasemos a sus hormigueros,
gran esfuerzo  e inútil
sería el intentar introducirnos
en los interiores
de esos palacios profundos,
con sus graneros y estancias
predispuestos en grandes galerías.

Por aquí se respira  el aire
que no los gases licuados
en los pulmones de las fabricas,
alambiques,
que si se usa de ellos
emborrachan hasta las ideas más profundas.

Llega el momento de partir
las ovejas de un rebaño
me señalan el lugar exacto
por donde me podré incorporar a la carretera,
allí ellas son,
junto al toro metálico, estatua casi viva,
parte de esa fauna llamada a desaparecer.
Los pastores que las cuidaban,
estas tierras tuvieron fama de ello,
ya murieron o se marcharon
y los jóvenes de estos tiempos
se están dejando llevar,
no dejan de ser cantos de sirenas,
por otras sintonías más agradables,
ser pastor, al parcer, es poco decir,
solo los pastores de almas, predicadores,
tienen prestigio social reconocido.

La Mancha como todos los espacios naturales
están condenados a morir,
se quiere de ellos una muerte silenciosa,
un gran incendio de su alma
salvaje y libre en los montes de la vida,
una trasmutación paulatina,
para que nadie eche de menos todo aquello que vio
y le contaron que existía
sobre los espacios en los que ahora solo se ve
la amplitud de un mundo que no le dice nada.

Así se va muriendo todo,
así arranca el coche,
en mitad de una cólera exagerada,
y se vuelve al camino
por el que se iba en este viaje nocturno,
ya el asfalto preparado, ardua tarea,
 para que los neumáticos se deslicen.
Casi volamos.

Se ve un pueblo y alguien se pregunta:
 ¿Será un espejismo.
al  igual que los que veía Don Quijote
en sus recorridos por estas tierras?

Las noticias de la radio avisan
que la temporada de caza no será buena,
ni para las perdices, ni para las liebres,
ni para el buho,
si no aprende, este último,
a dejar de ser tan curioso y ridículo.

Solo las ovejas, por ahora se sienten protegidas,
los silbidos de los perdigones no les asustan,
solo la hierba les interesa  como fin único en su vida.

Autor: Jose Vte. Navarro Rubio

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