Quizás,
solo sea,
quizás,
todavía las miradas vivas,
un espejismo.
Quizás,
vivieron para mostrar
esta fotografía
de un holocausto infernal
Un payaso
con que olvidar
que la vida se escapa
por una chimenea
que no para de vomitar.
Tras, tras,
se abre la puerta
¿A quien se llevarán?
Tras, tras
las alas de las mariposas
navegan en ese mar
de nubes compactas
de dientes de cristal.
¿Qué buscan las cabezas?
¿Será la inmortalidad?
Ya la muerte tan cerca
en los ojos se puede contemplar
aquello
que se llamó holocausto final.
La vía es el final.
Llegadas sin retorno
se abre el portal
donde los horrores se venían a multiplicar
bajo cielos impregnados
de gritos que sin cesar
no cesaban de anunciar
las miserias de una podrida humanidad
liderada con puño de acero y alma criminal.
La fosa se tiene que llenar
para así poder tapar
y volver
a llenar
una y otra vez
sin parar.
No sea el caso,
¿acaso hubo piedad?
No la hubo,
nadie puede negar
que no sabía lo que ocurría en aquel lugar.
Sin más
la margarita
sin más
el mar,
sin más
la muerte,
sin más
algunos vienen a ocultar,
no su rostro
sin muecas,
duele hasta el mirar.
Ocultan su ya robada identidad
de seres humanos
marcados
por ser,
pensar,
rezar,
de forma diferente a unos criminales vestidos con trajes a lo militar.
No hubo piedad
la fragilidad de la rosa,
el duro metal,
la losa de piedra,
el gas.
La infancia se venía a aniquilar
pues en ellos
que dura la realidad
yacía el poder real
de volver a procrear.
Niños y niñas
púas y metal
la fotografía los convierte
en protagonistas
en general
de un drama que algunos intentaron ocultar.
Se consumó,
todos los días se venía a asesinar
como si los cuerpos fueran de cartón
y las almas no hubieron existido jamás
se venía a matar
por ese amor a la muerte de los demás,
la muerte
que siempre viene a llegar
en estos casos
tenía su origen
en un acto criminal contra la humanidad.
Manos en alto,
manos
y detrás
quienes se sirven de su poder terrenal
para sembrar
los ojos de los niños
de duras lágrimas
caudal
de manantiales que brotaban sin cesar
en una Europa invadida por quienes se creían los dueños de la humanidad.
El fuego consume,
el gas inunda el hangar,
la puerta cerrada
los cuerpos ya
unos sobre otros
sobra
con que mirar
si las gafas son testigos
de lo que vino a pasar
con quienes llegaron
desde todos los lugares
acudían sin cesar
para ser
en su hermandad
tan en si iguales
que por morir lo hacían a esa hora en que se suele soñar
en que a mi no me pasará.
El pan.
En el horno
la masa
se calienta
cruje
ya el pan.
los huesos
se funden
y la carne se convierte en cenizas
y sin parar
se abre el horno
no para cocer pan
se cuece
al ser
contra el cual
se echan las culpas
de todos los males de la humanidad.
Pasa el niño
viene o va
de la vida
a la muerte
solo hay
en la fotografía se viene a demostrar
una pequeña zanja,
la sombra
acompaña
al niño
que por no mirar
parece querer avanzar
por un camino de espinas
¿Sobreviviría para olvidar?
la fila
caminando van,
ellos los marciales
vaya crueldad
sobre la fragilidad
de los niños
sobre la realidad
de una fila
que va
sin ser carnaval
a una fiesta
en que los vestirán
con trajes bordados
señal
de que la muerte dentro de ellos va.
Autor: Jose Vte. Navarro Rubio
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