Me estremecía el silencio de las piedras,
allí arriba
me tope
con el paisaje que intuía que existía
¡que pena!
La extensa llanura,
las grande tierras,
¿quizás el agua
algún día corriendo entre las peñas?
Todo me era
allí arriba,
yo casi marques de una encomienda,
tal y como mis ojos
de niño
lo vieron
en otros tiempos
ya casi de leyenda.
El castillo de un tal
Garcimuñoz
yo no está sobre una peña,
ni en el pueblo
se despiertan
entre sobresaltos las doncellas,
a la espera
del caballero que llega
atravesando los montes y dehesas
con su carga de muertos a cuesta
para pedir
una ofrenda.
Crecen entre las piedras
hierbajos
que en si se asemejan
a estas nuestras vidas
tan miserables
y llenas
de principios despreciables
que en nada se asemejan
a la palabra tosca
labrada entre cuerdas
de aquellos nuestros antepasados
defendiendo a conciencia
los valores que hacen a los hombres libres
como el polvo que desprenden las estrellas.
Desde allí arriba
se ve
al río Córcoles
amoldarse a las grietas,
entre surcos,
casi estelas,
que aun queriendo ser
gargantas ebrias
demuestran
lo que somos
cuando de nosotros se espera
algo más que apariencias.
Autor: Jose Vte. Navarro Rubio
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