sábado, 16 de abril de 2016

POESÍA: AZERBAIYÁN Y KIROVABAD POR ELLAS MIS RESPETOS

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De combates, se llenan,
de combates, los cielos
ya el avión envolviendo
sus pensamientos
y en ellos
el sol derritiendo
todo aquello
que hace posible
al hombre convertirse en el cerebro
de un gran pájaro de acero.

Allí entre bosques,
entre lejanos sonidos
a un nuevo Credo
se entrenan, pierden el aliento
jóvenes llegados desde lejos,

España alzada,
España
en sus pensamientos,
como si el reloj,
como si el tiempo
solo fuera para ellos
ese chasquido, redoble de tambor en las calles de los pueblos,
y de ellas saliendo
quienes se ven reflejados en su gobierno.

 Llegaron, sintieron,
el entusiasmo del pueblo,
tan cercano a ellos
que la España que querían
era un reflejo
del alma noble de quienes sus puertas les abrieron.

Autor: José Vte. Navarro Rubio

viernes, 15 de abril de 2016

FERNANDO PUIG Y KIROVABAD




Salió
cual silencio
que ruge
infierno
el lamento
de la madre que ve al hijo lejos,
del padre fuerte
sobre la piel paja de centeno.

Marcha entre silencios,
alondras a lo lejos,
camino de ese destino que envuelve los mejores sentimientos.

Fernando se marcha
lleva sobre su cuerpo,
jersey de lana,
cazadora de cuero,
botas con hebillas y en sus adentros
suspiros que se convierten en fuertes encogimientos
de ese su corazón de acero.

Volar,
por el vuelo,
se llega
hasta allí donde las nubes
destilan agua y cieno
para cuando,
quizás temiendo,
volver a la tierra para convertirse de nuevo
en un número perdido sobre el estéril campo plagado de nieve y cruces clavadas en el suelo.

Lejos,
se oye
la voz de la madre,
lejos resuena
el pitido del tranvía de los deseos
trayendo noticias frescas, cual hielo,
de una España que agoniza
de tantos y tantos recuerdos
que el papel s convierte en un trozo de llanto sobre el suelo.

Madrid perdida
mi madre y el deseo,
la esperanza que no se marcha,
nadie quiere oir de aquello,
que solo sirve para vestir el momento
de sufrimiento y más sufrimiento.

Cae la noche,
con su cántico guerrero,
rapsodia que cantaba un ciego
que asi se lamentaba
por sus muertos
como si fuera un poeta, quizás Homero.

En una embajada
que sirve de asidero
se llenan sus habitaciones
de refugiados que huyen de quienes les tienen ya por muertos
a poco que sople el aire
y el gatillo de las armas de fuego
apunte al corazón directo.

Se va la hermana, se van ellos,
Arturo y ella
los dos llenos
de ese cariño hacia lo hecho
que en Chile será
más o menos
vuelta a lo mismo,
vuelta a servir igual empeño

Fernando lucha
sabe en ello
que si resiste será libre en su momento.

Se llena del estudio,
en ese su exilió, destierro,
con la mente puesta
en el regreso,
solo en eso, en salir de allí donde el destino lo sujetaba por fuera y por dentro.

Y llega el momento,
ese instante,
ese comienzo
de una nueva vida
aun sintiendo
cariño por todo aquello
que durante tanto tiempo
fue parte de sus adentro.

Se queda el pueblo
en su pensamiento
ya la maroma subiendo
por el casco de hierro de acero
de un carguero
que le lleva de regreso
a ese día en que sintió ser el guardián de los deseos de quienes apostaron por ellos.

Sobre las olas
aguas, luces, destellos,
sabe él y quienes  van a su encuentro
que la libertad aun estando lejos
es tan dulce que sabe a caramelo,
de menta chocolate, vainilla, los labios secos,
y los ojos pendientes de aquellos
que le miran a sabiendas que el hermano llega entero.

Chile
mi recuerdo,
para aquella patria
de tantos y tantos hombres y mujeres buenos
que dieron
su vida por ellos

Autor: Jose Vte. Navarro Rubio




KIROVABAD Y FERNANDO PUIG SANCHIS: DOS LIBROS QUE RECUERDAN SU VIDA: AUTORES JOSÉ VICENTE NAVARRO Y XIMO PUIG


Buenas noches!!!

Voy a empezar citando a "Benjamín Disraeli" político inglés, quien en una ocasión dijo:

"Tengo una extraña sensación, sino es indigestión, creo que debe ser gratitud"

Esa misma sensación siento yo en este momento, en el cual me encuentro frente a ustedes. y sobre todo ante aquellos que han hecho posible la publicación del libro, sobre, Fernando Puig, piloto de guerra al servicio de la 2ª República, que hoy se presenta en este lugar tan emblemático para los amantes de la lectura.

Agradezco primeramente al Ayuntamiento de l’Alcúdia, representado por su alcalde Andreu Salom y a Francesc Martinez Gallego, concejal y coordinador de la colección Gent d,ací, ambos en la mesa, y al resto de concejales y concejalas presentes entre el público por haberme dado la oportunidad de poder estar aquí con un nuevo libro.

Agradecimiento que se amplía al resto de presentes en la sala, público en general, amigos y familia, por su interés, cortesía y amor a la cultura.

En L’Alcudia, capital cultural de la Ribera, es fácil hacer estas cosas como son, escribir libros de investigación, ya que su ayuntamiento está comprometido, es su primer objetivo, con la educación y la cultura.

Me viene a la cabeza, en este instante, aquella Academía del Carrer del Bisbe de Valencia que vió la luz allá por el año 1685 bajo los auspicios del Conde de l’Alcudia, Onofre Vicente Escriva de Hijar, y que más tarde se trasladaría a la casa del nuevo Conde de l´Alcudia dotada con una gran biblioteca. Entre libros y legajos sobresalían extraños instrumentos que venían a demostrar el interés de aquellos académicos por las matemáticas, astrología, geografía y otras ramas de las ciencias, es decir, resumiendo, lo nuestro nos viene de lejos.

Relacionado con esto decía Ortega y Gasset que

la vida necesita de la cultura pero la cultura también necesita de la vida porque la cultura es vital. La cultura tiene que estar conectada con la vida. La cultura surge de una necesidad vital: el hombre tiene que producir cultura igual que tiene que respirar o digerir alimentos. Así pues, la vida se expresa necesariamente a través de la cultura. Si se olvida que lo cultural es una necesidad vital, la cultura se deshumaniza.

Uno, llega hasta este momento de una manera más que dulce, con la conciencia tranquila por haber finalizado su encomienda dentro de los plazos pre-establecidos. Por detrás queda lo que no se ve. Fernando Puig quería que se publicaran sus memorias, así se lo hizo saber a sus amigos de l’Alcudia, y su petición ha tenido la respuesta adecuada.

El otro día ya había terminado de redactar mi intervención en este acto, cuando de repente la tecnología me gastó una mala pasada y todo se fue al baúl de los recuerdos. No guardé en la memoria del ordenador lo que acababa de escribir y la pantalla se quedó en blanco. En vez de apurarme comencé de nuevo y lo que ahora les voy a referir nada tiene que ver con aquel otro documento pensado para este día y hora. Con ello quiero decir que todo es posible si se pone empeño en ello.

Como iba diciendo nada quedó de ello. Se habían ido al traste los agradecimientos, los amigos, la familia, el relato en sí, Portbou con Antonio Machado muriendo a pocos kilómetros de esta localidad, Benjamín Walter y millares de exiliados desfilando por sus calles sin rumbo fijo, su túnel, su estación de ferrocarril, los pilotos de la 2º República, Fernando Puig, el que escribe y hasta el buen humor que me inundaba hasta esos instantes.

Superado el incidente voy a desviarme de mi cometido, durante unos breves momentos, para recuperar del olvido a dos exiliados de lujo. Ellos son Benjamín Walter, filósofo, y Antonio Machado, poeta. Los dos murieron camino de un exilio casi andando los mismos pasos que dio Fernando Puig para salir de España. Lo hago por ese interés desmesurado que en mi ha ido creciendo hacia el pueblo hospitalario de Portbou, a todo esto se unen otros recuerdos que tienen que ver con la película de Casablanca, creo que las escenas míticas de la película Casablanca trasladadas a Portbou también hubieran tenido su correspondiente éxito.

En la mañana del 26 de septiembre de 1940 se descubre el cuerpo de Walter Benjamin sobre la cama de la habitación número 3, en el Hotel Francia de Portbou. Tenía 48 años, venía huyendo de la Gestapo y supuestamente se había suicidado la noche anterior, ingiriendo una fuerte dosis de morfina y junto a él una maleta

Veinte meses antes, el 22 de febrero de 1939, moría Antonio Machado en el hotel Bougnol-Quintana de Collioure, en el otro lado de la frontera y a pocos kilómetros de Portbou.


Estos fueron dos exilios en dirección contraria con trágico final. Dos huidas de la barbarie hacia puntos cardinales distintos, pero con idéntica desesperanza. Machado no poseía maleta alguna, ni siquiera un poco de dinero para poder sufragar su propio entierro. Tampoco un último manuscrito perdido. Ligero de equipaje, en uno de los bolsillos de su abrigo, lo único que se encontró fue el trozo de papel en el que había escrito un último verso, una evocación de la niñez perdida: ‘Estos días azules y este sol de la infancia’


Estamos hablando de exilio y barbarie y todo esto tiene que ver también con nuestros jóvenes y voluntarios aspirantes a pilotos en Kirovabad y en ese su exilio fuera de España en los vastos territorios de la URSS a la finalización de la Guerra Civil en España.


La historia de los pilotos españoles en Kirovabad ha vivido durante muchos años en el más completo de los olvidos. Setenta y cinco años después, el 25 de noviembre de 2015, los últimos aviadores de la II República, los pilotos formados en la Escuela de Aviación Soviética de Kirovabad, recibieron un merecido homenaje en el Ateneo de Madrid, en un acto organizado por la Asociación de Descendientes del Exilio Español y la Embajada en España de la República de Azerbaiyán, integrada en la URSS de 1920 a 1991.


Entre el numeroso público asistente se encontraban varios descendientes de estos pilotos, así como la hija de la traductora Clarita, que sirvió de intérprete durante los tres años en que Kirovabad entrenó a los aviadores españoles. Clarita sale en las memorias de Fernando Puig.


Intervinó en ese homenaje a los pilotos Pablo Gil, productor del documental Sobre el cielo de Azerbaiyán, quien resaltó el reconocimiento de la República de Azerbaiyán a sus defensores contra el nazismo. Dijo sentir vergüenza recordando que en España no existe aún ese reconocimiento a los defensores de la democracia y añadió que en Azerbaiyán es tal el respeto a la memoria histórica que existen monumentos incluso a los pilotos e instructores muertos en accidente.


En todo el relato que Fernando Puig trasmite en sus memorias se ve esa hospitalidad azerbaiyana que honra a los pueblos, al igual que se ve en el resto de relatos que he leído de pilotos españoles en Kirovabad


Con el tiempo la suerte de nuestros pilotos fue muy diversa; unos fueron enviados a los campos de trabajo de Archipiélago Gulag. De esta forma tan peculiar en el Gulag volvieron a encontrarse las dos Españas. Por un lado prisioneros de la División Azul y por otra marinos y pilotos republicanos. A partir de 1948 convivieron todos ellos en distintos campos occidentales de la URSS, unidos por un único fin: sobrevivir a aquel “mil veces maldito infierno” y regresar a España. Muchos de ellos serían repatriados y regresarían a España, después de la muerte de Stalin, en los años 60 del siglo XX.


Otros fueron considerados héroes nacionales y recibieron homenajes y medallas, otros se integraron en la vida rusa y allí echaron raíces, otros salieron camino del exilio y de Sudamérica y otros murieron peleando como soldados rusos en los frentes de batalla de la Segunda Guerra Mundial.
Entre ellos hubo un piloto amigo de Fernando Sanchis nacido en Castelló de la Ribera Estrela Llopis, Rafael. Su padre, él y sus hermanos eran peluqueros y todos eran músicos. Desde el principio de la guerra en 1936 se incorporó como miliciano en el Ejército de la República. En 1938 solicitó el ingreso en aviación. Pasó los exámenes en la Academia de San Javier y en enero de 1939 llegó a la Escuela de Kirovabad para hacer el curso de piloto. Desde diciembre de 1939 a agosto de 1940 trabajó de tornero en Voroshilovrado. En septiembre del mismo año ingresó en la Escuela Superior de Idiomas de Jarkov. Cuando los alemanes atacaron a la Unión Soviética se incorporó voluntario al ejército soviético y actuó como guerrillero hasta el fin de la guerra como teniente mayor. La sorpresa fue cuando se lo comenté a mi cuñado, Julio, presente en esta sala y me dijo que él y su padre, Miguel Badal, excelente músico, habían sido íntimos amigos y habían compartido las mismas aficiones por la música.


Después de la guerra Rafael se casó y trabajó como profesor de español en la Universidad de Kiev. Volvió a España pero luego, por enfermedad, tuvo que regresar a Kiev con su hijo.


Volviendo al tema central que nos ha traído hasta aquí tengo que decir que este libro sobre Fernando Puig, producto, del esfuerzo, de Ximo y el que ahora les habla se ha gestado como las buenas paellas con variados productos, en este caso bibliográficos y con el mejor de los ánimos. Todo hubiera sido inútil si al final la colección GENT D´ACÍ en la cual ve la luz el libro, no hubiera comenzado a caminar hace ya de esto cuatro años. Resumiendo este libro es para que lo disfruten


Como íbamos diciendo el presente trabajo, contiene un sinfín de aventuras que a Fernando Puig le vinieron a ocurrir durante su estancia en la URSS. Si echamos mano de la hemeroteca podemos encontrar otras historias muy parecidas a la de Fernando Puig, todas contadas por pilotos que sobrevivieron a la guerra y al exilio.


La familia de Fernando Puig era originaria de l’Alcúdia. En los primeros años del siglo XX muchas familias de l’Alcúdia emigraron, entre ellas, con destino la capital de España, Madrid, marcharía Fernando y su familia, allí a base de lucha y tesón conseguiría la familia un buen estatus social. Fruto de la actividad empresarial del cabeza de familia en el ramo de la teja y del ladrillo, en el municipio de Vallecas, barrio de Doña Carlota.


Fernando y sus hermanos y hermanas, Ricardo, Maria de las Mercedes y Concepción, tuvieron la posibilidad de estudiar y de codearse con los sectores más progresistas de aquella sociedad todavía a caballo entre dos mundos totalmente opuestos, el del tradicionalismo más puro y rancio y el de las nuevas teorías políticas que se movían alrededor de la Residencia de Estudiantes.


Desde muy joven Fernando demostraría su amor por el vuelo, llegando a tripular avionetas sin motor. Estudiante de ingeniería cuando llegó la guerra civil vio la oportunidad de realizar aquello que le gustaba. De esa forma se enroló en las fuerzas armadas y de esa forma terminaría por irse para realizar su aprendizaje a Kirovabad donde había una escuela de Pilotos.


Este libro generalizando está dedicado a todos aquellos héroes anónimos, aviadores en Kirovabad. Actualmente el único piloto de Kirovabad que se encuentra vivo es Vicente Montejano Moreno, de 97 años.


La historia de estos héroes se puede seguir a través de la extensa bibliografía que hay sobre el caso y a través de las imágenes que se recogen en el documental Sobre el cielo de Azebaiyan. Un film de 56 minutos de duración, dirigido por Sagrario Perpiñán y dirigido por Pablo Gil


La historia que tiene que ver con los pilotos españoles enviados a Kirovabad fue de la siguiente forma:


Pocos meses después del inicio de la guerra, el Gobierno de la II República tenía urgente necesidad de formar a nuevos aviadores y, para este fin, llegó a un convenio con el de la URSS, mediante el cual más de 500 jóvenes voluntarios se formaron, de 1936 a 1939, como pilotos en la Escuela Militar de Vuelo nº 20, creada en la ciudad de Ganyá, la segunda ciudad de Azarbaiyán, tras su capital, Bakú y entonces llamada Kirovabad, en memoria del dirigente bolchevique conocido con el sobrenombre de Kirov. La mayoría de estos 500 jóvenes voluntarios siguieron el mismo camino hasta llegar a su destino


En aquella Escuela de Aviación, medio millar de españoles recibieron de los soviéticos una formación acelerada de pilotos, teniendo que asimilar en siete meses las enseñanzas que normalmente se realizaban en tres años. De vuelta a España algunos de ellos sustituyeron a los pilotos veteranos de la aviación de preguerra y a los voluntarios de las Brigadas Internacionales.


Entre ellos, se formó como piloto de guerra Rómulo Negrín, hijo del Presidente del Consejo de Ministros de la II República, el doctor Juan Negrín. Regresado a España, Rómulo Negrín alcanzó el grado de sargento y formó parte de la Escuadrilla de cazas Polikarpov, popularmente conocidos entre los republicanos españoles como Chatos.


Al finalizar la guerra civil, los 180 pilotos españoles que se encontraban en Kirovabad, entre ellos Fernando Puig, continuaron su lucha contra el nazismo. Su misión fue proteger Bakú, zona de donde se extraía el 70% del petróleo que abastecía a las tropas de la URSS, y que, por tanto, se había convertido en un objetivo principal del ejército de Hitler.


Hace poco el Embajador de la República de Azerbaiyán en España destacó el gran cariño que profesa su pueblo a estos valientes pilotos que, sin hablar el idioma ni conocer el país, lucharon por defenderlo. Manifestó la deuda de los azeríes con los españoles, señalando la importancia que tenían en la II Guerra Mundial esos pozos petrolíferos que los pilotos españoles contribuyeron a salvaguardar. “Es una historia – afirmó- que hermana a ambos países”. Resaltó las similitudes entre España y Azerbaiyán – “somos muy similares, amistosos y hospitalarios, compartimos valores, tal vez por ello perdure un entrañable recuerdo entre ambos pueblos- y hoy, después de tantos años, se recuerda la gesta de los pilotos de Kirovabad y nosotros tenemos la obligación de contar esto a los jóvenes”.
Allí en la Unión de Repúblicas Socialistas tendría Fernando Puig la oportunidad de conocer a grandes personajes de la historia como a Stalín y a su hija Clara, a la Pasionaria, a su hijo y al amante español de esta, y a gran parte de los militares de alta graduación que se exiliaron sobre finales de la guerra civil en la URSS.

Fernando Puig Sanchís recuerda así el momento del final de la guerra: «A finales del mes de enero (de 1939) se nos convocó a una conferencia especial en el salón comedor... Allí se nos informó de la caída de Barcelona en manos de las tropas franquistas. No cabía duda, la Guerra Civil española tocaba a su fin... Se suspendieron las clases de vuelo y paulatinamente fue disminuyendo la abundante alimentación. Para llenar nuestras horas inactivas, se iniciaron clases voluntarias de conducción de camiones, de marxismo, de cultura general, conferencias sobre el éxito de los planes quinquenales de desarrollo, etc. (...) Al llegar el mes de junio empezaron a producirse novedades. Nos visitaron comisiones especiales que indagaron nuestros antecedentes y deseos de futuro. Aproximadamente la mitad de los alumnos decidieron quedarse en la URSS... La otra mitad, por distintas razones, decidimos abandonar el país y, como sabíamos que México nos acogería, pedimos que nos mandaran allí. Nos advirtieron que ello iba a ser laborioso y lento... A los alumnos que decidieron quedarse en la URSS, rápidamente los llevaron a «casas de reposo» o balnearios, donde los trabajadores por módicos precios podían veranear o descansar... Desde allí se les distribuía a las fábricas, la gran mayoría, y otros, a los centros de estudio»

Su historia, la historia de Fernando Puig y su amigo Ramón Alvarez Buylla finaliza uno en Chile y el otro en Estados Unidos, después de una larga travesía por los océanos y mares en un carguero ruso. Fernando Puig marcharía a Chile porque allí residía su hermana Conchita Puig casada con Arturo Soria, hermano del diplomático español, Carmelo Soria, asesinado por la (DINA) Policía secreta al servicio del General Pinochet.

Recientemente en noviembre del 2015 el Tribunal Supremo ha afirmado la jurisdicción de los tribunales españoles para investigar y juzgar el secuestro y asesinato del diplomático español Carmelo Soria en 1976 en Chile, al estimar que hay indicios de la "falta de voluntad" del país suramericano para esclarecer el crimen. Todo se remonta al año 2007 en el que el juez Garzón llegó a pedir a la Corte Suprema de Chile que juzgara a los asesinos del diplomático español.

Durante un cierto tiempo Fernando trabajaría en la editorial Cruz del Sur fundada por su cuñado Arturo Soria y por el dramaturgo de origen valenciano y académico chileno de la lengua José Ricardo Morales, fallecido a los 100 años, hace dos escasos meses. Esta editorial publicó la antología “Poetas en el destierro”, con poemas de Antonio Machado, Juan Ramón Jiménez, León Felipe, Pedro Salinas, Jorge Guillén, Emilio Prados, Rafael Alberti y Luis Cernuda. Allí en Chile durante un cierto tiempo residió en una de las casas del poeta Pablo Neruda.

El fenomenal equipo que reunió en Chile Arturo Soria y Espinosa (1907-1980) le permitió llevar a cabo una de las iniciativas editoriales más interesantes de cuantas intentaron los exiliados republicanos españoles crear la editorial Cruz del Sur. Soria tenía una amplia experiencia en el mundo de la letra impresa, pues había participado en la fundación del periódico Luz (1934) y del semanario Diablo Mundo (1934). Refugiado en la embajada chilena en Madrid al término de la guerra, participó en la revista Luna. Sin embargo, destacaba Soria sobre todo como organizador y gestor de grupos de intervención cultural, como acreditan la creación de los Comités de Cooperació Intelectual (1932), la fundación con Antoni Maria Sbert de la Federación Universitaria Española de Madrid, sus actividades en la Universidad Extraoficial y en la Sociedad de Interayuda Universitaria o su labor como secretario general del Ministerio de Propaganda durante la guerra civil (que Esteban Salazar Chapela recreó, atribuyéndola al personaje “Evaristo Segovia” en la novela En aquella Valencia).

En Chile se quedaría por el resto de su vida Fernando Puig con su familia, mujer e hijos e hijas y desde allí hace años brotó esta historia que el envió a sus amigos de l´Alcúdia, Salvador Angulo y Vicenta Boix, hace ya de esto unos 25 años, con la súplica de que se le hiciera llegar a Vicent Garcés y a Joan lerma con el fin de que fuera publicada,

Como punto final les dejo con esta poesía en la cual intento reflejar el tema de la guerra y del exilio y el sufrimiento que estos hechos producen en los seres humanos y sobre todo en las madres.

Sobre el cielo
que no sobre la tierra,

sobre la raya
que delimita
las fronteras
jóvenes leales a una República
de buenas letras
ofrecieron sus almas,

corazones de dura piedra,
a la tierra,
en la cual dejaron a sus amigos,
familia,

España entera.

Otras lenguas,
otras culturas,
otras formas de entender
la vida
sobre la vieja esfera

y en ella
Kirovabad era una escuela,

de pilotos españoles
que hasta allí marchaban
con fe
ciega,
como las golondrinas,
cigüeñas,

buscando solidaridades verdaderas
aquellas
que hasta España llegaban
en forma de brigadas enteras
desde remotas tierras.

La espada,
el fuego,
la razón perdida,
la creciente cólera,

duele en el corazón de las madres
la partida de los hijos
hacia las guerras.

Queda
alguien apuntó
sobre una libreta
antes de caer víctima
de una ceguera,
la muerte,
y la miseria,

la parca y negra
sombra que aletea,
a galope, con sus largas melenas,

Lloran las madres,
lloraban ellas,
mientras ellos consumían
como las hienas
palabras que por dentro 
sonaban a tambores de guerra.

Sobre el cielo,
que más da
de donde sea
jóvenes leales 
al gobierno de su tierra
saludan y se estrenan
dando sobre el cielo vueltas,
desde sus aviones convertidos en flechas.

Las madres,
no se me van de la cabeza,
solo ellas
con sus negros velos
con su paciencia
se van para cuando el sueño entra
hasta los lejanos paraísos
donde sus hijos velan
cual serenos centinelas,

¡Las armas!,
reniego de ellas
y de quienes las llevan,
pues solo dan
esa razón,
sobrada de fuerza
que Unamuno descubrió a soplo de velas.
en su templo,
el de la inteligencia.

Razón y derechos en la lucha
¿qué me cuentan?

Solo es el amor a la tierra,
sea la que sea,
lo que aquellos soldados sintieron
antes y después de la guerra.

Dolor que aterra,
llegó el exilio
y con él
otras guerras,
tan o más llenas,
de odios y de miserias,
pues no hay guerras justas ni buenas,

por mucho que levantemos el puño,
en señal
de victoria o de protesta,

o soñemos
los sueños aterran,
con paraísos ficticios
que alguien inventa,

allí donde los cuerpos se pudren
y se pierde la memoria férrea
de quienes un día sobre la tierra
fueron como tu y yo
intranquilas candelas,

al servicio de otras inteligencias.

Con la República llegó,
por ver está,
si es que otra vez llega,

lo que unos pilotos quisieron ser
sobre la tierra,

y si en estas
alguien bosteza
que no sea
porque tiene hambre
ni porque siente pereza
pues en la historia
que se nos lega
siempre hay una línea 
`vacía a la espera
de ser cumplimentada 
con tinta azul o negra.

Allí queda
estela,
humo,
ruido,
música y coplas,

quedan,
cual acordes de acordeón,
flauta, dulzaina, guitarra de 6 cuerdas,

en la plaza fiesta,

la historia de unos hombres
que sobre sus camisas de franela
lucieron una sola bandera,

aquella,

que ahora duerme,
a pierna suelta,

¿Quién pudiera?

¡Qué pena!

Despertar y volver a ser joven
sobre el cielo de Kirovabad,

y soñar con ser en España 
piloto de guerra

Autor: José Vte. Navarro Rubio


Esto es todo. Gracias y buenas noches
.

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