La inocencia residió
encima de una estera vieja,
tuvo tiempo,
tal cual uno cuenta,
para vivir encerrada
en una cámara vieja
entre juguetes y fotografías,
entre horcas de madera,
palas pulidas por el grano
almacenado en los pósitos
de una Castilla Nueva.
La inocencia,
mi inocencia,
ya nadie con ella juega,
ni las soledades ya se acercan,
ni el tiempo le deja respirar
pues fue tal su entrega
que ahora vive tal maniquí de cera
ausente y condenada a esperar que alguien se acerque
para lanzar algún grito de sorpresa.
La vida rompe lazos,
siega
sin importarle la abundancia de la cosecha,
abismos en medio
la vida nos lleva
de una orilla a otra, de esta a aquella.
Autor: Jose Vicente Navarro Rubio
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