sábado, 15 de abril de 2017

POESÍA: A LA BUSQUEDA DE UNOS RECUERDOS EN PINAREJO

En el camino que iba, más allá, entre recuerdos,
estaba, así se cuentan los cuentos,
 la charca vacía con su cieno
y el almendro
ahora, él, cenizas, llevadas por el viento,
y el sol
casi en el cielo quieto.

Melancolía,
ira,
ronco aullido
del lobo que llevamos dentro
todo queda en una oración
que dar por la muerte de ese almendro
amargo
como el corazón de quien se llevó
sus simientes al infierno.

Por allí se oye
en la espesura de un monte viejo
el cantar entre desamparos de las perdices huyendo
de las escopetas, truenos,
en los días de caza,
en aquellos terrenos.

Por allí corre la senda que lleva
hasta allí donde se pierde el sendero,
con trigos limpios, sujetos al surco que le sirve de consuelo
en ese su desespero
de verse joven y mañana espigado y viejo.

Y así se abre en mitad del sendero
un reguero,
casi, camino,
casi, de todo aquello
que uno recuerda cuando va al encuentro
de un pozo entre juncos con su abrevadero,
con pedernales en el suelo
y unos chaparros, traviesos,
muy zalameros,
bajo los cuales la tarde se convierte en un paraíso eterno.

La mesa dura,
el pan tierno,
el queso en su aceite, casi dulce beso,
se corta con cuchillo
todo aquello
que a sorbo de vino
sirve de alimento
a quienes, dos son ellos,
se sirven de ello
como si la tarde fuera la sombra de un tejado viejo
a través del cual caen sobre el suelo
golondrinas y vencejos.

Viene después de la comida
otra vez el caminar, en pos de otros lugares,
entre ellos,
de pasada un corral a lo lejos,
despojo del tiempo
con sus paredes comidas por el tiempo
descansando y  nutriéndose,
casi ellas duro acero,
de todo aquello
que traen los días ya sean en los veranos y en los inviernos.

Entre tanto
¡Qué alientos!
saltan los conejos
y los jabalís
¡con sus duros esqueletos!
corren veloces
se lamen la muerte y van a otros encuentros
los mismos
y más concretos
de quienes por un camino que se mete de lleno
en el monte de su infancia y de sus lamentos
les lleva
otra vez al viejo sendero
donde la Pisada de un Buey
ponía nombre, casi terco,
 a aquella parte de ese término de Pinarejo
tan querida por todos aquellas, aquellos,
pinarejeros,
que con el azadón al hombro,
en carro, bicicleta y par de mulas iban, sujetos,
así son los recuerdos,
a ese encuentro,
el de  siempre,
ese que se come entre silencios
para cuando se vuelve la vista atrás y solo se ven huyendo,
año tras año, una fotografía,
rumiando del tiempo
así de fácil duro es decirlo, los recuerdos.

Autor: Jose Vte Navarro Rubio

No hay comentarios :

Publicar un comentario

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...