No se porque persigo una sombra
ni esta tarde ya pasada he sabido
porque el perro me esperaba
en cada revuelta del camino
como si temiera
que me fuera.
A veces, solo a veces,
a penas,
solo a penas,
crecen los silencios
allí donde brotaban fuentes llenas
en su fondo de monedas.
En poco atino a saber
que persigo
con esta presencia
la del poema
que corrige mis pisadas sobre la acera.
Ya de vuelta
y casi a duras penas
vuelvo a lo de siempre
a la metafísica y a la lógica certera
de dar por bueno
lo poco o mucho escrito en este poema.
Autor: José Vicente Navarro Rubio
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